miércoles, 26 de mayo de 2010

Frida Kalho, mujer de cuerpo abierto

Por: Gladys Zamudio Tobar


Frida Kalho, una historia conmovedora de la pintora mexicana que eligió, como su gran amor, al famoso muralista Diego Rivera, “El panzón”, como lo apodó desde la primera vez que lo vio.

Un film lleno de colores, imágenes autóctonas, simbologías puestas en la arquitectura, en los objetos y en el vestuario de sus mujeres. Con una fotografía viva, alegre y dinámica, muestra algunas costumbres del mundo aristocrático y cultural de Ciudad de México, después de la Revolución.

Salma Hayek interpreta a Frida Kalho, una mujer valiente, lastimada en el cuerpo por un accidente que la dejó lisiada, pero su mente abierta pudo soportar todos los embates de su condición física.

Frida halló en la pintura un universo donde expresaba su dolor y su cotidiana confrontación con la vida y la muerte. La ausencia del hijo deseado agitó su corazón y aumentó el dolor que le producía Diego Rivera con su carácter de hombre enamoradizo.

El sufrimiento de Frida aumenta cuando el muralista, personaje representado por Alfred Molina, la traiciona y le abre nuevamente el corazón; esta vez la hace alejarse de su hermana con quien lo vio teniendo relaciones íntimas, razón por la cual se transformó, se separó y se fue a Paris. Allí tuvo varias experiencias, pero ninguna la hacía feliz. En medio de su soledad, Frida, le escribió a su ex-esposo la necesidad de su compañía.

Cuando la pintora regresó a México, y se complicó su salud, Diego Rivera la visitó y le pidió que se casaran de nuevo. Inicialmente ella se rehusó porque pensó que lo hacía por pesar, pero luego aceptó.

La historia termina con la última travesura de Frida, quien aparece en la exposición nacional, en la cama, secundada por su hermana, pues la pintora ya no podía moverse porque le habían amputado una pierna.

En esas circunstancias culmina la película presentando a una Frida guerrera, con la alegría y el fuerte temperamento que siempre la caracterizó.

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