lunes, 26 de marzo de 2018

Rosa, un dulce recuerdo


Rosa, un dulce recuerdo
(Dedicado a la hermosa abuela de mis hijos,
Rosa Isabel Scarpetta Peña)

Rosa, el símbolo del amor que orienta; el ojo visor que ayuda sin pasión ni recuerdo.
Mujer, madre, abuela de mis hijos, vivo agradecida de tu ejemplo humano, de tu historia ¡sin más!
Vienen a mi mente las madrugadas a leer mientras -como en una fábrica- tú, en la ramada, con tu hijo y tus dos hijas, eran un engranaje de maíz, agilidad en las manos, carbón encendido, arepas armadas y asadas, listas para la próxima entrega.
Rosa, silencio, observación, cuidado de los más pequeños y de sus parientes. La lucha te alcanzó y le diste qué hacer.
Aunque tus dolores en las piernas a veces te querían doblegar, tú no los contemplaste y no les diste mayor importancia. He tenido la imagen de la fortaleza en una mujer delgada, de hablar pausado y liviano, pero de decisión rápida y audaz.

Rosa, eres maestra, educación, aprendizaje. Tú me enseñaste cómo se ama a los hijos. Me dijiste que les diera amor a los míos y no te sorprendiste cuando te dije “y… ¿qué es eso? ¿De dónde lo saco? ¿Cómo lo hago?” En medio de una sonrisa, que revela inteligencia y comprensión, afloraron de tus delgados labios las palabras precisas para calmar mi angustia: ¡tranquila, todo llega!





                                                                    ROSA ISABEL 

Con nombre de reina,

la mujer delgada enseñó, a sus hijos,
a sus nietos,
a los vecinos y parientes,
el silencio y la prudencia.
Cobijó mis miedos con explicaciones muy sencillas,
pero contundentes.
Reía con facilidad
las gracias y desgracias de lo humano.
Siempre compartió la mesa,
los alimentos, la casa,
sin importar quiénes querían despojarla.
Aun en la cama, débil de la lucha diaria,
su sonrisa no faltó.
Un chiste se manifestaba, una sonrisa,
tal vez una explosión de alegría.
 Gracias Rosa Isabel
por la paciencia, por la historia compartida
con mi árbol genealógico.
Estoy agradecida por haber llegado a tu casa
una madrugada, con las manos y el espíritu vacíos.
Ahora, con mi ser lleno de esperanza,
de tus enseñanzas, del amor que profesabas,
puedo decir: Gracias.

Gladys Zamudio Tobar (zagla)
marzo 22-2018