(Del poemario "Sentada en mi silencio")
ZAGLA
Ineludible
Abrojos amarrados sutilmente
A los encajes de mi cerebro.
Hay tejidos que desconectan
Lo que nunca debió haberse roto.
Un ser anquilosado en una tapia,
Un fósil de la amargura humana.
Un dictamen apoyado en el espejo
De los miembros de la pulcritud,
Ya anciana.
Huelo de cerca los lamentos,
La pereza, los asquientos gemidos.
He probado con las papilas quemadas
Las dichas que como hostia ponen
Los sabios en mi boca.
Ahora que estoy muerta,
Los huecos de la luna entienden
Cómo soy por dentro.
Saben los rayos del sol
Cómo se puede quemar el estiércol.
Hoy que nací de nuevo
Mis ojos no ven más que
Lamentos.
Connivencia
En
el rasero de los hechos
Los
muertos pululan su vieja angustia.
Las
vértebras se enhebran una a una
Intensificando
amargura en su historia.
Nervudos
moluscos nos habitan el silencio
Y
la malva nos deteriora los nervios.
Agujillas
nos perpetran los ojos
Y
versos negros comentan triunfantes bazofias.
Todo
se nos parece.
La
polilla consume todos los días
Un
poco de metáfora
Para
sufrir la sociedad.
Tanto
se nos parece,
Devoramos
libros
Y
las palabras se depositan,
Estreñidas
o fluidas,
En
apestosas letrinas de ingenuidad.
Gusanos
acontecen las quimeras de los parcos
Densas
maderas y superfluas letras lapidarias.
Agonizan
las bestias entre calles de cera,
Escurridas
en muebles
Y
hundidas en el ocio de la lluvia.
Duele
y duele la genial mentira,
Nos
augura la indecencia de sabios
Y
la invivible compañía de los mortales.